Seguramente conocen ustedes a Steve McQueen, ¿verdad?
Por supuesto, el actor del Hollywood de los 60 y 70, atractivo, con mucho estilo, quizá un poco malencarado. El protagonista de Bullitt, La gran evasión o El coloso en llamas entre otros filmes de gran éxito. Que conoció a Ali MacGraw, la cual se convertiría en su futura mujer, durante el rodaje de La huida. Pues claro, el que murió de cáncer a la temprana edad de 50 años. Un cáncer derivado de su adicción a las carreras de coches y al empeño en rodar sus propias escenas al volante —como ocurrió en Le Mans—, pues fue el asbesto que recubría los trajes ignífugos de competición el que le hizo desarrollar la enfermedad.
Sí hombre, ese Steve McQueen.
En efecto, hay otro Steve McQueen en el mundo del cine. Es el director de Hunger o Shame, si bien antes fue vídeoartista e incluso ganó el prestigioso Turner Prize en 1999. Es británico y sí, es negro.
Es curioso, porque cuando pensamos en actores y actrices de raza negra tampoco es que la cantidad sea enorme, pero sí que recordamos a un buen puñado de ellos: Denzel Washington, Idris Elba, Sidney Poitier, Halle Berry, Whoopi Goldberg, Rosario Dawson… Sin embargo, ¿sabrían decirme de memoria unos cuantos directores de ascendencia africana? Ya, yo tampoco.
Pues en el mundo del arte la cosa es aún peor. Piensen en algún escritor o escritora negros: Toni Morrison y porque ganó el Nobel. ¿Directores teatrales? ¿Dramaturgos? ¿Escultores? ¿Pintores? ¿Arquitectos? Sí bueno, alguno hay más o menos conocido. Más o menos. Más bien menos.
Sin embargo, hay una disciplina artística que parece escapar a esta suerte de aversión hacia los creadores de raza negra. Es la música.
Quizá sea por atesorar una tradición cultural de raíz africana basada en el cante y el baile, quizá por las dificultades en el acceso a otras ramas del arte decididamente elitistas, quizá por el paternalista sentimiento que el hombre blanco ha vertido secularmente sobre el negro, al que consideraba (¿considera?) su bufón, su entretenedor. Sea como fuere, es innegable la decisiva influencia que, en el mundo de la música, han tenido y tienen los compositores e intérpretes afroamericanos, afrobritánicos, afrocaribeños o solamente africanos. Desde Scott Joplin hasta RUN-DMC; desde Osibisa hasta Benny Moré; desde Prince hasta Ornette Coleman; pasando por Chuck Berry, Duke Ellington, Beyoncé Knowles, Earth, Wind and Fire, Alicia Keys, Machito, Santiago Piñeiro, Bob Marley, Neneh Cherry, Sly and the family Stone, Youssou N’Dour, Ella Fitzgerald, Michael Jackson, N.W.A, Isaak Hayes, Celia Cruz, Billie Holiday, Ismaël Lô, B. B. King, Winnie Atwell, Ray Charles, Cesária Évora, Living Colour, Omara Portuondo, Sarah Vaughan, Tupac Shakur, John Coltrane, Charlie Parker, James Brown y hasta Milli Vanilli, si me apuran.
En este artículo hemos elegido 13 temas de 13 músicos de raza negra para cada una de las 13 décadas que van desde 1890 hasta la actualidad. El objetivo es, aparte de divertirles y descubrirles alguna canción que no conociesen, comprobar que no existe una característica o una línea musical común entre estas piezas, más allá del color de la piel que comparten sus compositores. Vamos, igual que si no lo compartiesen.
Evidentemente, la condición de contorno de la lista es tan estrecha que han quedado fuera cientos, puede que miles de temas que podrían haber estado en ella. Algún olvido les puede parecer sangrante, así que les emplazo a los comentarios para que nos hagan salir del error.
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1890-1900. Samuel Coleridge-Taylor. The Song of Hiawatha, Op. 30: Hiawatha Overture. 1899
Porque los creadores negros han ejercido una influencia capital en el mundo de la música. Pero de la música popular, claro; es muy difícil encontrar compositores de raza negra dentro de la música culta. Esto se debe, evidentemente, a su propio estatus dentro de la sociedad exclusivamente blanca que existía hasta finales del XIX.
Samuel Coleridge-Taylor, compositor inglés nacido en 1875, fue educado en las estructuras del tardorromanticismo, que abrazó con orgullo y tino; y alcanzó tal éxito en su Londres natal que llegó a ser llamado «El Mahler Africano». Estas influencias mahlerianas aparecen sin rubor ninguno en la Obertura de su Canción de Hiawatha; composición que, curiosamente, glosa la vida del gran pacificador de las naciones nativas americanas. Y digo que es curioso porque dudo mucho que, en 1899, a los indios se les tuviese en consideración tal como para, entre otras cosas, llamarles nativos americanos.
PS: Sí, su nombre es tal y como lo han leído. Lo que yo daría por llamarme, no sé, Gustavo Bécquer-Adolfo, por ejemplo.
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1900-1910. Scott Joplin. Solace (A Mexican Serenade). 1909
No soy yo muy amigo de los rankings, pero es posible que Scott Joplin sea el músico negro más importante de la historia. O al menos el segundo. Fue el creador de un género musical, el ragtime, y responsable —gracias también a Marvin Hamlisch, a George Roy Hill y a El golpe— de que asociemos tres décadas de la historia de los Estados Unidos a sus composiciones. En 1970 fue incluido en el Songwriters Hall of Fame. En 1974 recibió un Óscar de Hollywood a la mejor banda sonora. En 1976 se le concedió el Premio Pulitzer por su contribución a la música americana.
Scott Joplin había muerto de sífilis en 1917 a los 49 años; solo, arruinado y en un estado de avanzada locura. Su lápida no tuvo ningún nombre ni ninguna inscripción hasta 1974.
Joplin no tuvo una vida fácil, pero su música siempre quiso ser lo contrario. Su pieza más conocida es, sin duda, The Entertainer; sin embargo yo he preferido incluir esta Serenata Mexicana, que nos acaricia plácidamente en un estado de ociosa tranquilidad. De paz.
Por cierto, la interpretación corre a cargo del formidable pianista Roy Eaton, también de raza negra.
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1910-1920. Will Vodery. Carolina Fox Trot. 1914
En 1910, el compositor, arreglista y director de orquesta James Reese Europe fundó en Harlem el Clef Club, una suerte de asociación cultural y musical afroamericana. En él se ofrecieron conferencias, obras de teatro y, sobre todo, conciertos. Además fue la sede de la primera orquesta compuesta íntegramente por instrumentistas de raza negra.
Si bien el más importante fue el propio Reese Europe, de ese excepcional ambiente creativo surgieron otros compositores, como el que le presentamos aquí. Will Vodery pasó por ser el primer músico negro en alcanzar el éxito como compositor para Broadway, incluyendo sus arreglos para el famoso musical de Kern y Hammerstein, Show Boat.
Carolina Fox Trot es, lógicamente, un foxtrot. Eso sí, la armonía es esencialmente la del ragtime y su escucha nos envuelve en una irresistible voluptuosidad de clarinetes, flautas, piccolos y una saltarina percusión.
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1920-1930. Blind Willie Johnson. Dark was the Night – Cold was the Ground. 1927
Aquellos lectores que me conozcan de otros artículos, seguramente saben que suelo escribir con una profusa verborrea.
Esta vez no.
Escuchen la canción.
Si no les ha sobrecogido, posiblemente no pertenecen ustedes a la especie humana. Y seguramente no habrá merecido la pena grabarla en un disco hecho de oro y después haber metido ese disco en el interior de las sondas espaciales Voyager, que viajan en ruta hasta más allá del Sistema Solar.
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1930-1940. Arsenio Rodríguez. Bruca Maniguá. 1936
Si en los Estados Unidos triunfaba el blues y el jazz, en Cuba aparecerían otros géneros con una estructura armónica más próxima a la tradición clásica, pero de raigambre rítmica decididamente africana: la guaracha, la trova, el bolero, el mambo, la habanera, la contradanza, el pregón, la guajira y sí, el son.
Nuestro segundo músico ciego de la lista (y no será el último) es Ignacio Arsenio Travieso Scull, si bien siempre se le conoció como Arsenio Rodríguez. Compositor e instrumentista de tres —una guitarra de seis cuerdas agrupadas en tres pares— es considerado como el desarrollador del son montuno, que serviría como base ni más ni menos que de la salsa.
Bruca Maniguá es uno de los primeros temas compuestos por Rodríguez y, en esta versión, es interpretado por la Orquesta Casino de la Playa en su grabación original del 37. En ella podemos escuchar como la voz de Miguelito Valdés se mueve entre el español, el abakuá, el lucumí y el yorùbá con la imperceptible suavidad de la propia mixtura caribeña.
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1940-1950. Margaret Bonds. The Negro Speaks of Rivers. 1942
Los 40 fueron la década del jazz. La de Duke Ellington y Ella Fitzgerald, por ejemplo. Sin embargo, yo lo voy a dejar para el siguiente periodo; porque si era difícil ser un compositor negro de música culta, aún lo era más ser una compositora negra de música culta.
Margaret Bonds, oriunda de Chicago y perteneciente a una familia conectada con la intelectualidad negra de la época, dedicó la práctica totalidad de su repertorio a piezas de voz y piano; y casi siempre bajo el espíritu de su propia condición afroamericana.
En The Negro Speaks of Rivers musicaliza el célebre poema de su amigo personal y frecuente colaborador, Langston Hughes. Aunque mantiene una estructura armónica más o menos tradicional, tampoco tiene miedo en incluir disonancias y construcciones atonales propias del siglo XX, pero siempre bajo una atmósfera heredera del gospel y los cantos tradicionales negros.
La versión que hemos elegido para el artículo está encuadrada en el recomendable disco de 2011 Come Down Angels, donde la soprano también negra Marie Hadley Robinson interpreta distintas piezas de compositoras afroamericanas con el acompañamiento de la pianista Julie Nishimura. Una verdadera rareza y una verdadera delicia.
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1950-1960. Thelonius Monk. Straight, No Chaser. 1951-1958
Para principios de los 50, el jazz tonal daba sus últimos coletazos. Para mediados de década ya estaba abrazando los mecanismos y las estructuras armónicas del jazz modal y el free jazz.
En 1951, el pianista y compositor Thelonius Monk ya era una de las figuras más influyentes del jazz y había escrito estándars tan importantes como Epistrophy, Well, You Needn’t y el gigantesco Round Midnight. Sin embargo, aún con un enorme reconocimiento por parte de la crítica, su música siempre se había considerado algo difícil para el gran público, por lo que las casas discográficas le pidieron que “suavizase” su discurso musical.
Monk les contestó que se fueran cariñosamente a tomar por el saco.
Straight, No Chaser es un tema en Si bemol con estructura de blues en 12 compases cojos y una delicadísima progresión cromática. Y no, no es especialmente «suave”». Con todo, la interpretación que les proponemos corresponde a la versión que el trompetista Miles Davis arregló y grabó con su sexteto en 1958. Es aún más compleja, cambiando el tono a Fa, acelerando sustancialmente el tempo y ocupando ocho de los diez minutos que dura la pieza para las libérrimas evoluciones improvisatorias de su trompeta, los saxos de Cannonball Adderley y John Coltrane, y el piano de Red Garland.
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1960-1970. Jimi Hendrix. Purple Haze. 1967
Si gracias a su Johnny B. Goode de 1958 Chuck Berry fue el inventor del rock (con permiso de Marty McFly), Jimi Hendrix lo disparó al menos un par de décadas al futuro. Los pedales de distorsión y feedback, la ocasional afinación en Do, el virtuosismo efervescente y su actitud de frontman excesivo pusieron a la música botando suavemente sobre la línea de gol, para que el heavy metal no tuviese más que empujarla.
Are You Experienced? fue el álbum de debut que el guitarrista zurdo de Seattle editó junto a su banda, The Jimi Hendrix Experience. Dentro encontramos rock, claro, pero también rhythm & blues, psicodelia ácida y funk primigenio. Purple Haze es el primer corte del disco y se me ocurren pocas manera más brutales de recibir al oyente; quizás con un puñetazo al mentón, pero no estaría bien visto.
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1970-1980. Stevie Wonder. As. 1976
Este sí. Este sí que es el músico negro más importante de la historia. De hecho, si aislásemos tan solo su producción de la década de los 70, Stevie Wonder competiría por ser el mejor músico de todo el siglo XX. Punto.
Y digo «si aislásemos la década de los 70» porque el compositor y pianista de Detroit pasó de la excelencia intocable a la miseria musical más ignominiosa prácticamente sin solución de continuidad. No exploraré aquí las razones de semejante caída en barrena, pero yo suelo echarle la culpa a las trencitas que se dejó.
Por suerte, tenemos Songs in the Key of Life, majestuoso doble LP escrito como respuesta al grave accidente de tráfico que sufrió en el 73 y que serviría de colofón musical al formidable triunvirato formado junto a Talking Book (1972) e Innervisions (1973). En él hay funk, soul, jazz, blues, R&B, rock y casi cualquier mezcla de estos géneros que se les puedan ocurrir. También está As, canción de siete minutos que comienza con una suave introducción soul, pero que mantiene la estructura clásica de estrofa-estribillo apenas hasta el minuto dos, para a continuación desembocar en una coda colosal de cinco minutos que se propulsa sobre la estilizadísima batería de Greg Brown, el impecable contrapunto del piano Fender-Rhodes de Herbie Hancock y el desatado prodigio vocal del propio Stevie Wonder.
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1980-1990. Public Enemy. Fight the Power. 1989
Se suele hacer coincidir el nacimiento del rap con el Rapper’s Delight de The Sugarhill Gang de 1979. Sin embargo, tanto la música hip hop, cuya instrumentalización se basaba en beats pregrabados en discos de vinilo y en la habilidad del DJ para manejar los platos; como el propio rapeo —narración poética rítmica, pero no melódica—, habían surgido casi diez años antes. Lo que es seguro es que la década de los 80 marcó la explosión del hip hop como género musical, pero también como vehículo reivindicativo de sus principales creadores, que eran, efectivamente, negros americanos.
Public Enemy fue la banda más representativa de esta manera de entender la música negra, que se alejaba de los términos del funk y el disco para generar una entidad musical completamente nueva, y cuyas letras tenían que ver menos con la diversión de las block parties neoyorkinas y más con el discurso de The Revolution Will Not Be Televised de Gil Scott-Heron.
Tras su éxito con el álbum It Takes a Nation of Millions to Hold Us Back, el director de cine Spike Lee les encargó una canción para su película de 1989 Haz lo que debas. La canción fue Fight the Power, donde las voces de Chuck D y Flavor Flav rapean feroces sobre la nube coagulada que generaban los platos de Terminator X. A esta aleación musical hiperdensa formada por la yuxtaposición de cientos de beats y samplers, la propia banda la llamó «muro sónico». A fe mía que la metáfora es perfecta.
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1990-2000. Tricky. Hell is Round the Corner. 1995
En la década de los 90, mientras la música negra estadounidense apenas se movía de las estructuras del hip hop, en la ciudad inglesa de Bristol surgía un género único: el trip hop. Aunque los mecanismos eran similares —instrumentalización pregrabada y voces a menudo sin melodía—, el trip hop adaptaba y reinterpretaba ritmos y tempos propios de Jamaica y los otros territorios de la Indias Occidentales, esencialmente el reggae y el dub.
Adrian Thaws «Tricky» ya había figurado como vocalista y compositor en canciones de Massive Attack, que pasaba por ser la banda fundadora del género. No obstante fue su primer disco en solitario, Maxinquaye (1995), el que le destapó como uno de los músicos más innovadores y sugerentes de la época. Dentro del álbum nos encontramos con medios tiempos y el conocido sincopado de ascendencia jamaicana, pero también con rock, bajos poderosos, ruidos, silencios y una amalgama de sampleos a veces irreconocible.
Para Hell is Round the Corner contó con la voz de su novia de entonces, Martina Topley-Bird, que le acompaña en una oscura y misteriosa atmósfera por esquinas de difícil acceso y aún más difícil salida.
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2000-2010. Mos Def. Auditorium. 2009
A mediados de los 2000, la escena del hip hop ya había sido absorbida por las radios generalistas, las cadenas de televisión nacionales y, en general por la industria del entretenimiento. Los estandartes del momento eran raperos como Snoop Dogg o 50 Cent, que competían entre ellos por ver quién era el que llevaba más joyas y más cadenas de oro, quién sacaba a más tías en bikini en sus videos y, en definitiva, quién tenía más pinta de necesitar urgentemente un guantazo en toda la cara.
Mos Def no era —ni es— así. Nacido en Brooklyn en el 73 como Dante Terrell Smith, el músico y actor ocasional siempre ha preferido seguir un camino más tranquilo, más preciso y más profundo, tanto en sus composiciones como en sus letras. No solo sigue lanzando mensajes en contra de la discriminación racial, sino también de la sexual, religiosa —es musulmán desde los 19 años—, social y económica.
En su álbum de 2009 The Ecstatic, canta y rapea en inglés, en español y hasta en árabe, recogiendo prácticamente toda su exploración intelectual al respecto. También incluye samplers de origen latino, orientalista, indio o magrebí. Auditorium es un áspero viaje desde cualquier gueto americano hasta el corazón del Irak ocupado, sin ofrecer concesiones a ningún oído acostumbrado a no querer abrir los ojos: «Gimme my oil and get the fuck out of my country».
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2010-2013. The Roots. Possibility / Will to Power / Finality. 2011
Dice el presentador de televisión Jimmy Fallon que The Roots es el mejor grupo de la actualidad. Tiene lógica que lo diga, porque los de Philadelphia llevan sirviendo de banda residente en su late night desde 2009. Contra todo pronóstico, yo no tengo ninguna banda residente ni presento ningún late night y, aun así, opino lo mismo: Ni Arcade Fire ni Radiohead ni Animal Collective ni Queens of the Stone Age; la mejor banda de la actualidad es The Roots.
Porque Black Thought y ?uestlove llevan en esto más de 25 años. Porque crecieron en el mundo del hip hop, pero enseguida decidieron que no se basarían en los sonidos pregrabados, sino en la instrumentación tradicional. Porque la forman un núcleo de siete miembros, incluyendo guitarra, batería, bajo, todo tipo de percusiones y hasta un helicón. Porque a veces se juntan hasta 13 músicos en el escenario. Porque han colaborado con John Legend, con Sufjan Stevens, con DJ Shadow, con Bruce Springsteen, con Guns N’ Roses y hasta con Carly Rae Jepsen.
Y por Undun.
Undun se articula como un álbum conceptual —pero en el extremo opuesto a los que hacía el rock progresivo en los 70-— y a lo largo de sus 14 temas cuenta la trágica historia de un personaje ficticio llamado Redford Stevens, desde su muerte hasta su nacimiento. Hay hip hop, jazz y rock, y también una sensación de rabia y pérdida y abandono.
Yo he agrupado los tres últimos cortes del disco, que coinciden con el nacimiento del protagonista de la narración, porque me sirve para cerrar este artículo de la mejor manera posible: llevándoles, como The Roots, de vuelta al principio, y enseñándoles de lo que es capaz el talento, venga de donde venga.
Y hasta aquí —hasta ahora— hemos llegado. Ha sido un tour de force centenario cuyas causas, y quién sabe si consecuencias, son milenarias. Es posible que en este momento se encuentren exhaustos, lo sé, pero si quieren volver a repetir el viaje, hemos agrupado estas 13 canciones en nuestra lista de Spotify
Ahora descansen y si pueden, sueñen.
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La entrada Trece canciones para trece décadas de música negra aparece primero en Jot Down Cultural Magazine.